Antes de vivir con ella, hemos tenido encuentros muy cercanos a lo que Bataille llamó soberanía: “la espera de un momento fascinante, suspendido, de un momento milagroso” Puedo advertir, sin tacañerías, que ella contiene a todas las mujeres. Y por eso, entre algunas otras razones aseguro que no me detendré en avanzar a cualquier precipicio. Más que dignidad encontré otro término para inscribir en el lenguaje la experiencia de nuestra convivencia, se llama soberanía. No la que está instalada en nuestra cabeza como sujetos institucionalizados. No.
La soberanía vista como un goce de lo que no es productivo, extraño y ajeno. Sólo para los dos. Éste “disponer libremente del mundo” de los recursos de la bastedad del momento efímero y sin embargo permanente. Como cuando me esperabas asomada por la ventana.
Christian Amezcua.
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